Ginebra Los Tornos 3 de octubre de 2023Vengo malacostumbrada de leer miles de novelas, y la mayoría del siglo XIX, así que muy original tiene que ser algo para que me entusiasme. De esta novela puede decirse que es bastante larga. Esto es bueno para el que le guste y malo para el que no mucho. Que está bien escrita, es impepinable, y además tiene algún destello de absoluta genialidad, y que hace a este libro un representante ineludible de lo que los estudiosos llaman "naturalismo". Se atiende a los detalles, no solo de la realidad, sino de la psicología humana. A los detalles que le da la gana al autor, claro está, de manera totalmente sesgada para atender a su relato y su visión de una sociedad de laboratorio.
Como autor de su época y persona cultivada, se revelan en la historia algunas aristas imposibles de ocultar, y así vemos aparecer uno tras otro hilos argumentales inspirados en (si no tomados directamente de) los maestros rusos, ingleses y franceses, amos indiscutibles de la narrativa mundial (al menos de la europea) en el periodo en cuestión. No se escatiman los problemas morales religiosos, hay un poco de duelos, algunas enfermedades con delirios, escenas de caza y afición a la naturaleza, comilonas de gente rica, borrachos que fallecen y, por supuesto, uno de los temas centrales: la infidelidad conyugal femenina.
Está todo esto llevado a lo español (y esto lo digo en sentido positivo), o al menos lo que este hombre entendía como español, y de capital de provinciana, y que en muchos aspectos se parece a los relatos de otros contemporáneos suyos, así que habrá que darlo como un relato posiblemente acertado, al menos en el estamento de la alta burguesía: ambiente asfixiante, religiosidad oscurantista, vicio y maldad eclesial en grado sumo, la envidia y el lucro como motor de todas las acciones (en una gran parte de las personas), la imposibilidad de huir u ocultarse, la corrupción a todos los niveles en los cargos públicos... Se acusa sin piedad a los ricos y a los políticos, a los curas influyentes y a los "trepas". De los demás, se dice poca cosa. Y los que se salvan de la quema es por su carácter indolente, quijotesco, ignorante o de una bondad mal traída y casi enfermiza, siendo la propia Regenta un gazpacho de todas estas cualidades.
La lectura feminista de esta novela no la veo por ninguna parte, por mucho que algunas se empeñen. Tampoco la machista. En general, me parece un retrato crítico (y por esto interesante), pero crítico con todo. Que una mujer esté muerta de asco, o que una mujer sea la protagonista de una novela, no es ninguna novedad, ni en 1884, ni mucho antes. Se escribió sobre eso durante todo el siglo, y eso no convierte a otros autores y autoras en feministas, aunque sí probablemente en seres humanos sensibles y en muchos aspectos avanzados a su tiempo. De ningún modo se aboga por la igualdad entre sexos ni se habla de temas candentes relacionados con el feminismo, como la independencia femenina (legal y social), su incorporación al trabajo o su intervención en la vida pública a nivel electoral. Así que me parece ver fantasmas relacionar esta novela con el feminismo.
Esta es una novela más bien de corte psicológico, y así lo entenderá quien vea cómo se gastan quinientas páginas describiendo el estado de ánimo de la Regenta: ahora se aburre, ahora se entretiene, ahora se muere de asco, ahora está eufórica, ahora se ha vuelto loca, ahora está enferma, ahora está arrepentida, ahora esta... Y parecido con los otros personajes. Con los secundarios se gastan también interminables páginas describiendo quiénes son y a qué se dedican, aunque en su mayor parte pinten poco o nada en los hechos narrados, en los "sucesos", que son en verdad bien pocos. Solo hay algo de aventurilla en la parte final, y es una aventurilla no sosa, sino mil veces leída en los otros best-seller europeos que precedieron a La Regenta.
Como dije antes, hay algún detalle (y cada uno encontrará los suyos) sin el cual esta obra me parecería el sumun del aburrimiento. Esta es mi opinión. Yo es que soy más de que pasen cosas. Puedo leer un rato de pajas mentales, pero más allá de cincuenta páginas seguidas, doy la cabezada, y ya me parece mucho aguantar.
Del estilo no había dicho nada: Clarín sabe escribir y muy bien, pero me resulta relamido y artificioso, aunque va mejorando según pasan las páginas, no sé si porque se va relajando, o porque a una ya no le hacen efecto sus gorgoritos lingüísticos a base de repetición. El ritmo narrativo es bueno y constante, no hay saltos extraños, estridencias ni desajustes, es como si se hubiera escrito todo del tirón. El narrador es imparcial e insulta a todos por igual, da igual si son ricos, políticos, hombres o mujeres, curas o criados. Es algo compasivo más compasivo con los idealistas y los idiotas, eso sí.