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Test de lectura

Extracto de:

Silvia y Bruno, Lewis Carroll

Quien estaba hablando era lady Muriel. Y, por de pronto, aquel era el único hecho que podía percibir con claridad. Pero cómo había llegado ella allí —y yo, y la copa de champán—, constituían todas preguntas que me pareció mejor meditar en silencio, y no comprometerme con ninguna declaración hasta que comprendiese un poco mejor lo que estaba ocurriendo.

«Primero reunir un conjunto de hechos y después elaborar una teoría». Ese, según creo, es el auténtico método científico. Me incorporé, froté mis ojos y empecé a reunir hechos.

Una suave pendiente cubierta de hierba, delimitada, en su extremo superior, por unas venerables ruinas medio enterradas en hiedra, y en el inferior, por un curso de agua visible entre árboles de perfiles arqueados; una docena de personas de atuendos alegres, sentadas aquí y allá en pequeños grupos; algunas canastas abiertas; los restos de un picnic: tales fueron los «hechos» recopilados por el investigador científico. Y ahora, ¿qué teoría de profundo y largo alcance había de elaborar a partir de ellos? El investigador se sintió confundido. ¡Un momento! Un hecho había escapado a su atención. En tanto que todos los demás se encontraban en grupos de dos y tres personas, Arthur se hallaba solo; mientras todas las lenguas estaban hablando, la suya en cambio permanecía en silencio; todos los rostros mostraban alegría, pero el suyo estaba sombrío y apesadumbrado. ¡Eso sí que era un hecho! El investigador pensó que debía elaborarse una teoría sin demora.

Lady Muriel se había levantado y dejado el grupo hacía unos instantes. ¿Podía ser esa la causa de su abatimiento? La teoría apenas alcanzaba la categoría de hipótesis de trabajo. Claramente, se requerían más hechos.

El investigador miró una vez más en derredor suyo, y ahora los hechos se acumularon con tal profusión desconcertante que la teoría se perdió entre ellos. Pues lady Muriel había ido a recibir a un extraño caballero, apenas visible en la distancia; y luego regresó con él, hablando ambos de manera entregada y gozosa, como viejos amigos largo tiempo separados; y después fue de un grupo a otro, presentando al nuevo héroe del momento; y él, joven, alto y apuesto, se movía a su lado con gracia, y el porte erguido y el paso firme de un soldado. Ciertamente, ¡la teoría no auguraba nada bueno para Arthur! Su mirada se cruzó con la mía, y vino hasta donde me encontraba.