La mayoría de las grandes obras literarias (grandes por su extensión) deben su longitud a ser una recopilación de historias, más o menos disfrazada de relato unificado, o bien a los problemas de incontinencia mental, involuntaria o deliberada, de sus autores.
Descartaremos, aunque mencionaremos, obras completas, series temáticas o sagas, enciclopedias, recopilaciones y diccionarios, y trataremos de recoger libros que compongan una unidad, aunque por su extensión se hayan publicado en varios volúmenes.
Dado que el número de páginas varía de edición en edición, y desaparece por completo en formato digital, vamos a expresar la longitud en palabras. Un millón de palabras sería más o menos el doble de El señor de los anillos, para hacerse una idea, o un ejemplar de la Biblia con una introducción de 100 páginas.
Obras unitarias
Los ocho perros de Satomi (Nansō Satomi Hakkenden) (1814-1842), de Kyokutei Bakin, historia tasada en 38 millones de palabras.




Es una saga épica y un clásico de la literatura japonesa escrito durante treinta años por su autor. Son 98 volúmenes que relatan la historia de ocho jóvenes guerreros al servicio del clan Satomi, a través de una gran cantidad de narraciones de génesis china. Los libros fueron profusamente ilustrados por el cuñado del autor. Para que luego se diga que los cuñados no sirven para nada… Y la última parte tuvo que escribírsela su nuera, porque él se había quedado ciego. Ha sido transportada al japonés moderno y está siendo lentamente traducida al inglés.
In the Realms of the Unreal, Henry Darger (1892-1973), 9 millones de palabras.
Se trata de un manuscrito descubierto tras la muerte de este señor, Henry Darger. Primero debió de ser escrito a mano y después pasado a máquina. Incluye cientos de recortes y acuarelas creadas por el mismo autor. Cuenta la historia de unos señores llamados “glandelinianos” que imponen la esclavitud a los niños. Estos se rebelan y se produce una épica guerra con dos finales, uno bueno y otro malo. Como toda historia larga, cuenta con un elaborado universo donde existen otras criaturas y planetas. El manuscrito, que yo sepa, no ha sido publicado, probablemente por su longitud, intuible impotabilidad, por la dificultad de incluir los materiales adicionales (hay composiciones de diez metros de largo) y también porque gran parte de su valor reside en ser una leyenda. La obra de Henry Darger se puede contemplar en el American Folk Art Museum.

Artamène ou le Grand Cyrus (1649-1653), Georges de Scudéry (atribuido a Madeleine Scudéry, su hermana), 2 millones de palabras.
Es una historia de corte clásico, abizantinado, con multitud de personajes, sucesos y sub-historias. Está llena de reyes, persas, armenios, secuestros, batallas, fugas… Vamos, como una interminable telenovela barroca. Puede leerse online.
El libro de Urantia (1955), obra colectiva, 1,2 millones de palabras.
Según la Fundación Urantia, este curioso libro fue escrito por criaturas celestiales utilizando el cuerpo de hombres dormidos, entre 1922 y 1939. Teniendo en cuenta el calado social de su mensaje, se trata de una cosmogonía más literaria que de extremismo religioso, muy del gusto del Nuevo Mundo, mezclando cristianismo y extraterrestres a partes iguales.
Historia de los heterodoxos españoles (1880), Menéndez Pelayo, 1,05 millones de palabras.
La mencionaremos aquí por ser más historiografía que historia. Esta obra ligera salida de la pluma del simpático y sesudo cántabro hace una semblanza extensiva del panorama histórico de la religión en España, centrándose en los “heterodoxos”, es decir, en todas las manifestaciones religiosas más allá del catolicismo.
Obras perdidas
Quitando obras colectivas escritas a lo largo del tiempo, obras completas de autores, tratados científicos y obras de consulta, como enciclopedias y diccionarios, prácticamente no hay nada más por encima del millón de palabras. Vamos a mencionar, no obstante, dos obras que probablemente superaron ese millón de palabras, pero llegaron hasta nosotros solo parcialmente:

Ab Urbe condita (27 a. C.-17 d. C.), Tito Livio, 900 mil palabras.
¿Quién no ha tenido que traducir algún pasaje de la fundación de Roma en clase de latín? Esta obra recoge la historia romana desde su fundación, fechada en el año 753 a. C., hasta la muerte de un señor llamado Druso, en el 9 a. C. De los 142 volúmenes que componían la obra, solo se han conservado 35.
Vidas paralelas (96-117), Plutarco, 700 mil palabras.
Este historiador griego y ciudadano romano escribió una purrela de biografías, 48 de las cuales componen propiamente las Vidas paralelas. Estas biografías enfrentaban a dos personajes, uno griego y otro romano, que Plutarco consideraba que tenían puntos en común, y ponían de relieve su carácter más que los hechos históricos. Gracias a Plutarco se recordarán por siempre escenas como los banquetes de Antonio y Cleopatra o la muerte de Julio César.
Traje de Sonya Delaunays para el ballet de Cleopatra, interpretada por Ida Rubinstein. Foto: CC BY-ND 2.0 miriam-assai
Sagas y series temáticas
Para terminar, vamos a repasar algunas de las sagas más conocidas y voluminosas, compuestas normalmente por distintos relatos pertenecientes al mismo universo temático.
La rueda del tiempo (1990-2013), de Robert Jordan, 5 millones de palabras.
Es una saga de fantasía épica, probablemente la más vendida por detrás de la de El señor de los anillos. Robert Jordan se murió antes de acabar y dejó apuntes para que alguien concluyera el trabajo. El encargado fue Brandon Sanderson, otro exitoso autor del mismo género.
Legendarium (1914-1973), J. R. R. Tolkien, 3,5 millones de palabras.
Bajo el nombre de Legendarium se agrupan todos los escritos pertenecientes a la saga de la Tierra Media, cuyas obras más conocidas son El hobbit y El señor de los anillos. Muchos de los libros pertenecientes a este universo fueron completados y editados a la muerte de Tolkien, gracias al impulso de su hijo Cristopher, incluyendo El Silmarilion.

Episodios Nacionales (1872-1912), de Benito Pérez Galdós, 3,3 millones de palabras.
Es una colección de 46 novelas históricas que abarcan la historia de España desde la batalla de Trafalgar (1805) hasta Cánovas (alrededor de 1880). Esta colección ha adornado las estanterías de los hogares españoles durante décadas y todavía de vez en cuando hay quien las re-edita para castigar a los restos de la selva brasileña.
Portada de la primera edición de los Episodios Nacionales para niños del año 1909. Fascículo correspondiente a la Guerra de la Independencia. Foto: CC BY-SA 4.0 AngelSanz1977.
Cosmere (2005-…), Brandon Sanderson, 3+ millones de palabras.
El universo de fantasía épica de Cosmere está formado por un puñado de libros gordos, relatos y novelas gráficas. Este todavía joven escritor asegura que queda mucho por relatar de este universo y nos ha amenazado con hacerlo muy pronto.
Los hombres de buena voluntad (1932-1946), Jules Romains, 2 millones de palabras.
Es una colección de 27 novelas en las que el autor aspira a mostrar la sociedad francesa desde principios del siglo XX hasta la II Guerra Mundial, a través de sucesos históricos y estampas de la vida diaria, desde el punto de vista del unanimismo, corriente de la cual fue co-fundador.
Almas gemelas (2011-…), J. Alfredo Díaz, 1,5 millones de palabras.
Y ya estamos advertidos de que habrá precuelas, así que subirá la cuenta. Por ahora, se trata de una tetralogía encuadrada en el realismo mágico, según el propio autor. En sus páginas, como en toda historia sólida, hay amores, teletransportes, venganzas, espíritus y montones de sociedades que se escriben con mayúsculas.
En busca del tiempo perdido (1908-1922), Marcel Proust, 1,3 millones de palabras.
Esta obra, que son siete novelas, es considerada uno de los máximos exponentes de la literatura francesa de todos los tiempos. Es una historia de tintes biográficos, en la que el autor trata una gran variedad de temas, algunos propiamente franceses y otros de calado universal, como el tiempo, las relaciones o la homosexualidad.
Unicorp (1994-…), Guillem Sánchez y Eduardo Gallego, 1,3 millones de palabras.
Se trata de una colección de cuentos y novelas de ciencia ficción, dentro del Universo Corporativo, que alterna narraciones épicas con costumbrismo cotidiano (perteneciente a la cotidaneidad de dicho universo).
Memorias de un hombre de acción (1913-1935), Pío Baroja, 1,2 millones de palabras.
Es un empeño similar al de los Episodios Nacionales de Galdós, pero siguiendo a mayor o menor distancia las andanzas de un tal Eugenio de Aviraneta, un antepasado de Baroja que vivió entre 1792 y 1872.
Las mil y una noches, Edad Media, 1,1 millones de palabras.
Es una recopilación y refriteo de cuentos tradicionales de orígenes inciertos, aunque orientales. La versión actual parece estar compuesta en el siglo XIV, añadiendo alrededor de las historietas el personaje unificador de Scheherezade. La versión anterior sería una compilación árabe del siglo IX y estaría hecha a partir de otras compilaciones anteriores, persas o indias.
Harry Potter (1997-2007), J. K. Rowling, 1,1 millones de palabras.
Es una saga de 7 novelas que gira en torno a las aventuras de Harry Potter, joven estudiante de la escuela de magia de Hogwarts. Fue un éxito comercial desde el inicio y además de las novelas existen las películas, precuelas y obras derivadas, parques temáticos, vestuario e incluso campeonatos de muggle quidditch, un deporte en el que personas adultas se ponen una escoba entre las piernas y corretean por un prado.

Generadas por ordenador
Había pensado dejar fuera esta categoría, ya que una vez descorchada la posibilidad de generar textos automáticamente, la longitud deja de tener valor y en este caso tendría más mérito la generación de textos que parezcan humanos, en una suerte de test de Turing para compu-novelistas. Existen varias iniciativas para fomentar este tipo de escritura (como la NaNoGenMo) y ya se utiliza la inteligencia artificial para generar informes y organizar información en muchos campos. También se han introducido textos computados en concursos literarios, algunos con buenos resultados…
Por la graciosidad del asunto, voy a mencionar únicamente cinco casos:
Just This Once (1993), Hal & Scott French, 295 páginas.
Un tipo llamado Scott French programó un Mac II, con un procesador Motorola de 40 MHz, para aprender el estilo de Jacqueline Susann (El valle de las muñecas) y crear una novela romántica que pudiera confundirse con una escrita por la autora de carne y hueso. Este señor llamó a su computadora Hal, como la de 2001, Odisea en el espacio (la historia de Arthur C. Clarke llevada a la gran pantalla por Stanley Kubrick), así que muy original no era, de entrada, ni su idea de copiar a una autora existente. De hecho, acabó en juicio y fue condenado a compartir las ganancias con los beneficiarios de los derechos de autor de Susann. Los que han leído la novela dicen que no vale mucho.
Marienbad my love (2013), Mark Leach, 17,8 millones de palabras.
El mayor mérito de esta novela debe de ser su longitud, ya que el autor mismo, en la web de la novela, nos repite insistentemente que es muy larga, y que contiene la palabra más larga jamás escrita, la frase e incluso el título del libro (el que encabeza es únicamente la versión condensada). El autor dice que la ha escrito él y que el estilo es experimental, pero yo la he ojeado y hiede a estar generada por un algoritmo vago e inexperto, que ni siquiera se molesta en poner puntos seguidos donde tienen que ir, aunque sí las mayúsculas.
The blah story (2007), Nigel Tomm, 11,3 millones de palabras.
En la misma línea de la anterior, esta ¿historia? de este expresionista abstracto está compuesta de las palabras “blah” y otras palabras a modo de salpimentado. Algunos entusiastas argumentan que cumple los requisitos para ser llamada una novela, pero vamos a dejar que cada uno juzgue por sí mismo la naturaleza y valor de la historia de bla. Por mi parte, es una obra sospechosa de intervención computerizada, sin más interés.
Knickers (2003), Simon Roberts, 2 millones y 30 mil palabras.
Aunque hay cierta originalidad en las primeras páginas, después la palabra “thanks” se repite exactamente 2 millones y 1 veces. Este libro fue “escrito” por el británico para obtener el reconocimiento del Record Guinness de 2004 (y lo ganó). Existe una segunda versión con 2 millones 91 mil palabras, creada para poder ser impresa en dos volúmenes, pero podemos ponernos de acuerdo para ignorar este segundo desafío y cualquier otro que surja en el futuro. Gracias, Mr. Roberts.
Breeze Avenue (sin publicar), Richard Grossman, 3 millones de páginas.
Por ahora se trata solo de una amenaza de este escritor texano (texano, como Leach, algo le echan al colacao en Texas). Con esa longitud, estaríamos hablando, por inventarme un cálculo, de 8.000 páginas por metro = una estantería de 375 metros de longitud. O, a una media de 275 palabras por página (una edición de bolsillo), serían 825 millones de palabras. A juzgar por las explicaciones que da el autor en su página, parece que pretende tomar información de muchos campos y de algún modo transformarla en lo que será su obra final. Así que es de suponer que contará con la ayuda de una computadora.
Conclusión
Habrá más obras, pero estas son las que conoce el autor de la presente recopilación.
Al margen de las antologías, la historia y la literatura fantástica, en el mundo de la longitud abundan las creaciones de índole religiosa y moral, así como los relatos mitológicos y las cosmogonías de todas las culturas con una larga historia escrita, incluyendo las culturas india, china y árabe.
En este listado de obras magnas está bien representada la lengua española. Y, como puede verse, hay muchas obras desconocidas y curiosas de gran volumen. ¿Merecerá la pena explorar algunas de ellas?
2 respuestas a «Libracos»
[…] le revelaron, que dio en llamarse el enoquiano. Hace poco hemos hablado por aquí del reciente Libro de Urantia, que fue escrito por criaturas celestiales, aunque en este caso prefirieron comunicarse en inglés. […]
[…] Como ya explicamos en Libretes hace un tiempo, la palabra más larga puede ser la que a cada uno le dé la gana. Los hijos de la era del cine moderno apostarían sin dudarlo por supercalifragilísticoespialidoso. Pero como a todo hay que ponerle un límite, vamos a quedarnos en el diccionario normal (en este caso, el de la RAE). Se omitirán palabras con longitudes similares y vulgares derivadas. En el número 1 aparece la entrada más larga. No es una palabra simple, pero sí es una entrada del diccionario, así que sea. […]